Funes, el memorioso

A segunda parte do livro “Ficciones”, de Borges, chama-se “Artificios” (1944). Começa com um conto ironicamente memorável, “Funes el memorioso”.

É a história do uruguaio Irineo Funes, que o narrador não viu “más de tres veces”, “la última en 1887...”. No primeiro contato, soube que era um rapaz “mentado por algunas rarezas como la de no darse con nadie y la de saber siempre la hora, como el reloj.” De volta a Fray Bentos, anos depois, foi informado de que “lo había volteado un redemón en la estancia de San Francisco, y que había quedado tullido (“aleijado”), sin esperanza.” O rapaz vivia recluso e, ao saber que o narrador estudava latim e recebeu alguns livros, pediu-lhe emprestado “cualquiera de los volúmenes”, acompanhado de um dicionário “para la buena inteligencia del texto original, porque todavía ignoro el latín.” O último e mais importante dos encontros entre os dois ocorre quando o narrador vai à casa de Funes para reaver os livros, pois, com a notícia da morte do pai, partiria de Fray Bentos de volta à Argentina. Foi nessa ocasião que Funes contou sua história.

“Me dijo que antes de esa tarde lluviosa en que lo volteó el azulejo, él había sido lo que son todos los cristianos: un ciego, un sordo, un abombado, un desmemoriado. (...) Al caer, perdió el conocimiento; cuando lo recobró, el presente era casi intolerable de tan rico y tan nítido, y también las memorias más antiguas y más triviales. Poco después, averiguó que estaba tullido. El hecho apenas le interesó. Razonó (sintió) que la inmovilidad era un precio mínimo. Ahora su percepción y su memoria eran infalibles.”

Funes deu-lhe exemplos do que recordava, muitos exemplos, como as muitas caras de um morto em um longo velório: “sabía las formas de las nubes australes del amanecer del treinta de abril de mil ochocientos ochenta y dos y podía comparalas en el recuerdo con las vetas de un libro en pasta española que sólo había mirado una vez y con las líneas de la espuma que un remo levantó en el Río Negro la víspera de la acción del Quebracho. (...) Me dijo: Más recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo.”

Essa idéia fantástica dá a Borges a oportunidade de deflagrar, como numa vertigem, a discussão de outras idéias e fantasias geniais. Discorre sobre um sistema de numeração inventado por Funes, em que cada número seria representado por uma palavra distinta, sem qualquer relação lógica com as anteriores; sobre um idioma em que “cada cosa individual, cada piedra, cada pájaro y cada rama tuviera un nombre propio” (pareceu muito geral a Funes, já que ele não só recordava cada folha de árvore, de cada monte, mas também cada uma das vezes em que a havia percebido ou imaginado); sobre a idéia de que “talvez todos sabemos profundamente que somos inmortales y que tarde o temprano, todo hombre hará todas las cosas y sabrá todo.”

O narrador despede-se de Ireneo Funes depois da aurora, tendo visto finalmente o seu rosto, que lhe pareceu “monumental como el bronce, más antiguo que Egipto, anterior a las profecías y a las pirámides. Pensé que cada una de mis palabras (que cada uno de mis gestos) perduraría en su implacable memoria; me entorpeció el temor de multiplicar ademanes inútiles.”   

Funes é um personagem extraordinário, metáfora da existência, do conhecimento total e da ignorância, afinal, como diz Borges, “pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer.” Impressiona não só pela memória total, mas pelo sentido total, que tudo capta, nada deixa escapar. Como personagem, Funes é o contraponto da biblioteca da Babel, que também a tudo abarca e compreende. Eis a história do curioso uruguaio Irineo.